Entre la muerte y nosotros no hay, en ocasiones, sino la densidad de un único ser. Una vez desaparecido ese ser, ya no queda más que la muerte.
Fuegos, Marguerite Yourcenar
Los mitos evocan sentimientos e imaginación y tocan temas que forman parte de la herencia colectiva de la humanidad, porque en ellos existe una resonancia de verdad sobre la experiencia humana compartida, por lo que un mito es como un sueño y el sueño le pertenece a la noche, lugar recóndito donde se desvelan la razón, la locura y el desasosiego.
Sara Kane, escritora, había querido ocultar su identidad firmando con un seudónimo, cuando decidió editar su obra Crave, usualmente traducida al español como Ansia, una pieza oscura en la claridad más vanguardista y clásica de la dramaturgia inglesa contemporánea. Edén Coronado se dio a la tarea de descubrirla hace ya cuatro años, cuando estrenara por vez primera esta pieza que tituló Noche. Coronado apuesta ahora —como entonces— por un binomio escénico que constata las circunstancias de la poiesis de la señora Kane, a través de un acto de reivindicación teatral con la psique femenina que desvela la escena, la devoción, la pieza, la dramaturga, la mayoría de edad y la madurez de la reinterpretación y reposición de su Noche. Allí, cuatro actores bajo una silla, dan el argumento exacto, la piel externa necesaria para ir del amor a la locura, del fuego al infierno y del deseo a la posesión infinita, conversación interminable con los demonios más sublimes que desatan las pasiones de todos los mortales. Tras las líneas menos convencionales de la escena potosina, Coronado apuesta por el lenguaje plástico mínimo —acaso por la astilla que la mítica crisis del teatro nacional impone a un pueblito como San Luis Potosí, o bien, por la pureza estética aprehendida en Ómnibus Theatre de Québec y L´Atelier Beleville de París.
En el proscenio, cuatro personajes complejos identificados como A, B, C y M, viven un verdadero dolor, tanto psicológico como físico. El actor Jesús Coronado destaca en un monólogo aterrador —por hermoso y vibrante-, que mantiene al espectador siguiendo el deshilo textual, profundo, de su propia tierra baldía, así como T.S. Elliot, que de un modo consciente o no, nos acentuaba la complejidad existencial de una sociedad barroca, y luego, bajo el sol, seguimos dentro de Hofgarten, y tomamos café y charlamos durante una hora.
Antes, mucho antes que el tren silbe, Edén Coronado se ha encaminado a la confrontación y a la exploración de una voz personal como director de escena(…) en abrevar la teatralidad que le precede sin negarla (Tierra Adentro 153) y conduce por su propia noche a Lizandro Cisneros, Karla Constantini, Isabel Dávila y a Jesús Coronado en este montaje de El Rinoceronte Enamorado, un paquidermo necio e imprudente, como un naipe en blanco jamás superfluo del quehacer escénico potosino.
Noche, poema a cuatro voces, discurre en la sonoridad de su métrica libre, apunta cada minuto a la hora imperfecta, donde podría dispararse una pistola, bajar una cuerda o deslizar un prozac en la garganta del espectador. Pero no. Cada sueño es un mito y Noche nos muestra que, para suicidarse en paz es necesario arremeter contra la inconciencia peatonal de nuestros días, algo así como bailar descalzo en el fuego: abrir el corazón a la poesía, la poesía misma.